Acuerdo Amazon-MGM: James Bond enfrenta un nuevo gigante con apetito por la dominación mundial
Los expertos concuerdan en que el negocio representa un calce perfecto entre distribución y contenido, pero también enciende las alarmas sobre un nuevo tipo de monopolio en el sector del entretenimiento.
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Consejo editorial de Financial Times
James Bond ya se ha enfrentado en el pasado con gigantes empeñados en la conquista del mundo. El acuerdo de Amazon para comprar MGM, dueña de la franquicia 007 y el último estudio de Hollywood que se mantenía independiente, debería ser un territorio familiar.
De hecho, es emblemático de un panorama que está cambiando profundamente en el sector del entretenimiento. Las negociaciones de Amazon con MGM se revelaron poco después de que AT&T confirmara que estaba vendiendo WarnerMedia, hogar de un histórico estudio, a Discovery, un productor de programas de televisión de realidad. Cada acuerdo representa una respuesta diferente a la pregunta de cuándo tiene sentido integrar la distribución con el contenido y cuándo no. Amazon parece ser la mejor opción.
Los acuerdos son un testimonio de la perdurable historia de amor entre Wall Street y el streaming en general y con Netflix en particular, incluso si el número de nuevos suscriptores de la compañía está disminuyendo. La pandemia aceleró las tendencias que ya eran evidentes: los estudios enfrentan dificultades a medida que los cines permanecen en su mayor parte cerrados y más personas permanecen en casa y recurren al streaming.
Mientras tanto, Amazon se ha beneficiado de la pandemia. Su servicio Prime tiene 200 millones de suscriptores (no está claro cuántos realmente usan el streaming) para competir con los 208 millones de Netflix. Amazon está constantemente tratando de expandir su base de clientes, incitándolos a gastar más permaneciendo más tiempo en su plataforma. Galvanizar la oferta de Prime a través del catálogo de MGM tiene sentido, aunque no está claro si más suscriptores Prime atraídos, por ejemplo, por James Bond se traduce en más compras de papel higiénico o alimentos.
Por su parte, la decisión de AT&T es un reconocimiento del fracaso de su apuesta de US$ 85 mil millones por el entretenimiento, cuando adquirió Time Warner hace menos de tres años, tras un enfrentamiento con el Departamento de Justicia de Estados Unidos. El negocio reduciría su montaña de deuda de US$ 150 mil millones y dejaría al gigante de las telecomunicaciones en una mejor posición para embarcarse en otras fiebres del oro: la de la 5G y la banda ancha de fibra óptica. Proporcionar la infraestructura para las empresas de entretenimiento tiene más sentido para AT&T que intentar convertirse ella misma en una. Los accionistas merecen atención después de años de estrategia confusa y valor erosionado.
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Público y avisadores
La competencia por el contenido debería resultar en una mejor elección para el cliente, al menos inicialmente. El temor es que el entretenimiento se esté convirtiendo en un mercado donde el tamaño importa más que cualquier otra cosa. Los consumidores podrían terminar pagando el precio como una audiencia cautiva sujeta a aumentos de tarifas. El público estadounidense acostumbrado a pagar un promedio de US$ 200 mensuales por la televisión por cable puede no estar tan preocupado. Pero el verdadero negocio son los datos personales que se intercambian por conveniencia en un mundo donde las grandes tecnologías invaden cada vez más nuestras vidas.
Eso plantea interrogantes para los anunciantes y los reguladores. Más servicios de transmisión significan menos ojos en los anuncios. Los anunciantes deben encontrar nuevas formas de llegar a esas audiencias. Pero las Big Tech, una vez establecida en un mercado, han demostrado ser expertas en acomodar a los anunciantes, y no necesariamente de la manera más transparente.
Nuevas reglas antimonopolio
En cuanto a los reguladores, los acuerdos pueden no ser problemáticos desde una perspectiva antimonopolio tradicional. Pero llegan en momentos en que los políticos de ambos lados del pasillo exigen una mayor supervisión de las grandes tecnologías, y cuando la división antimonopolio del Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio (FTC, sigla en inglés) aguardan un nuevo liderazgo.
La nominada a la FTC del presidente Joe Biden es Lina Khan, una abierta crítica de las Big Tech cuyo ensayo académico de 2017 sobre Amazon examinó si las actuales leyes antimonopolio de EEUU, que se centran en lo que pagan los clientes, ignoran el comportamiento anticompetitivo potencial en los mercados digitales (los organismos de control de la UE tienen una visión más amplia). Si el interés de los reguladores se despierta con estos nuevos acuerdos de medios, valdrá la pena sintonizarlo.